Se aproxima la fecha en que expondré sobre “Biodiversidad, Áreas
Protegidas y Protección de Especies” en el diplomado “Políticas Públicas de
Medio Ambiente, Energía y Desarrollo Sustentable”, donde el año pasado mostré una
imagen del retroceso de la vegetación desde la última glaciación. Se observa
allí que por la costa, entre La Serena y Rancagua, estaba presente la formación
Bosque Lluvioso de Olivillo Costero, la cual ha ido desapareciendo. En la
actualidad encontramos vestigios de dicha vegetación en Fray Jorge, Talinay,
Cerro Sta. Inés (Los Vilos) y enormes
olivillos creciendo en las quebradas costeras del Centro Experimental
Tanumé, al norte de Pichilemu.
El corolario de esta historia es que debido al cambio de condiciones de
precipitaciones, que ha ido disminuyendo gradualmente, se produce un retroceso
de la vegetación y existe en nuestro país cada vez menos bosque nativo. Sabemos
que los árboles, la vegetación en general, acumulan el CO2 presente en la
atmósfera.
¿Se contradice esta información con el discurso de Al Gore respecto del
aumento exponencial de CO2 en la atmósfera y el cambio climático? Probablemente
no en el efecto, pero si en las causas.
Es importante tener en cuenta también los datos entregados por un
reciente estudio que determinó que en los últimos 8.000 años el ser humano ha
talado y eliminado la mitad de los bosques del planeta.
La conclusión es que el retroceso de los climas templados hacia los
polos más la eliminación de los árboles contribuyen a que el CO2 se acumule en
la atmósfera. Si a esa situación sumamos un incremento del CO2 producido por
consumo de combustibles fósiles y por incendios forestales, tenemos como
resultado un aumento significativo de la temperatura de la atmósfera y del
planeta, lo que lleva a un rápido deshielo de los casquetes polares.
¿Por qué a Al Gore se le olvidó hablar de la pérdida de bosques y
vegetación por disminución de las precipitaciones asociado a glaciación y la
tala de la mitad de los bosques del planeta?
Resultado del sondeo de hielo de Vostok (Antártida). Completado con datos de concentración de CO2 de Law Dome y de Mauna Loa (Hawai) |
Todos estos datos nos deberían llevar a concluir que es de la mayor
importancia plantar más árboles, pero el convencimiento no es tan profundo como
para llegar a movilizarnos en ese sentido como sociedad.
¿Es importante disponer de información para tomar decisiones?
Un segundo dato proviene de la necesidad de utilizar árboles para
descontaminar la atmósfera. Son diversos
los estudios que señalan que los árboles de copa densa, y de hoja perenne en
los climas mediterráneos con inversión térmica en invierno, capturan
contaminantes de la atmósfera, especialmente polvo en suspensión, PM10 y PM2,5.
Pero constatamos que los tomadores de decisiones arborizan las calles
de ciudades con aire contaminado con especies de hoja caduca, las que en
invierno, cuando se dan los episodios críticos de contaminación del aire, y
fallecen niños y ancianos producto del agravamiento de enfermedades
respiratorias, simplemente no tienen hojas, se encuentran sin follaje, estando
imposibilitados de capturar material particulado y tampoco producen oxígeno.
En La Serena, Santiago, Rancagua, San Fernando, Chillán, Temuco, etc,
se plantan plátanos orientales, melias, liquidámbares, tuliperos, olmos, entre
otras especies de hoja caduca, como si la información científica que apunta a
la necesidad y urgencia de utilizar especies de hoja perenne no fuera
suficiente o, peor aún, como si dichas información científica no existiera. Se
dejan de lado especies de hoja perenne y abundante follaje como quillay, molle,
peumo, maitén, belloto del norte y tantas otras, que además son nativas y forman
parte de nuestro acervo cultural. ¿Acaso la información científica y técnica no
llega a ciertos escritorios y menos aún a los oídos y conciencia de los
tomadores de decisiones?
El próximo mes participare como relator en el diplomado “Políticas
Públicas de Medio Ambiente, Energía y Desarrollo Sustentable”, oportunidad en
la que mostraré parte de la abundante información que está disponible para
sustentar un cambio de criterios, de paradigma sobre el arbolado urbano,
preguntándome una vez más respecto del problema que existe y que impide a
quienes toman decisiones en este tema ver lo que todos vemos, y que impide
generar en ellos mismos y en sus acciones un cambio tal que nos permita vivir
en mejores ciudades, ciudades sustentables: las mismas ciudades pero ahora
ciudades saludables.
Son numerosas las publicaciones que hablan de un cambio en la forma de desarrollo de las ciudades, los que a las luz de las experiencias, los problemas, las soluciones adoptadas y la enorme brecha existente, que se sigue ampliando, entre la forma que toma la ciudad y las necesidades de las personas, apuntan a un quiebre entre las concepciones urbanistas que han guiado la discusión en este ámbito y el desafío de lograr que nuestras ciudades sean sustentables. El corolario de esta situación apunta a un cambio de época en que el urbanismo queda en el pasado y ahora se habla de ciudades sustentables, lo que requiere de nuevos enfoques y nuevas soluciones.
Uno de los elementos que se requiere abordar para lograr que nuestras ciudades sean sustentables es el arbolado urbano, el que durante siglos ha sido desplazado de toda planificación y que en la actualidad, a partir de entender sus múltiples funciones, cobra relevancia. La primera reacción radica en separar el tema arbolado urbano del tema áreas verdes. Se sabe que las áreas verdes ocupan una parte muy pequeña del territorio de las ciudades, alrededor del 10% de la superficie total, pero que los árboles urbanos están presentes en toda la ciudad. Un segundo dato proviene de comunas como Santiago, La Reina, Providencia o Vitacura, las que en sus áreas verdes está presente alrededor del 15% de los árboles de esas comunas y una cifra igual o superior al 85% de los árboles que en ellas han sido establecidos se encuentran fuera de las áreas verdes, ubicados en calles, avenidas, pasajes. Los datos señalados no consideran a los árboles que se encuentran en recintos privados.
Entonces cae por su propio peso el criterio urbanista que asigna importancia a las áreas verdes y que deja de lado el arbolado urbano. A modo de ejemplo señalar que la lucha contra la contaminación del aire que se ha dado desde 1990 en la Región Metropolitana de Santiago se ha centrado en la utilización del criterio urbanista, motivo por el cual se han realizado numerosos catastros de áreas verdes y ningún catastro de número de árboles en nuestras ciudades. El indicador utilizado ha sido metros cuadrados de áreas verdes por habitantes (m2av/habitante), reduciendo de esta forma la posibilidad de capturar contaminantes al potencial existente en el 10% del territorio comunal. Para medir la captura de contaminantes efectuada por los árboles se deben usar combinaciones de indicadores que den cuenta de la presencia de árboles en todo el territorio comunal, las especies utilizadas, si los árboles son de hoja caduca o perenne, la cantidad de árboles, el potencial del territorio para establecer más árboles, las condiciones en que se encuentran los árboles, entre otros aspectos.
Santiago JM Del Pozo Donoso
arbol.cl@live.cl
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12/09/2012.
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